Picasso destruyó la pintura figurativa para ser original. Varios artistas que han bebido de él, como Francis Bacon y Salvador Dalí, han disimulado su influencia cubriendo con piel las formas tomadas del cubismo.

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Pablo Picasso cambió el camino que transitaba el arte destruyendo la perspectiva cónica. El rechazo a la realidad también despreció la textura de todos los objetos, personas y lugares que se entremezclaban en sus obras hasta desaparecer los límites. A la revolución del cubismo analítico le sucedió el cubismo sintético, el collage y su etapa surrealista, en la que los cuerpos humanos se descomponían en piezas a veces geométricas, otras irregulares, que se mantenían erguidos a costa de equilibrios crueles.

Todos estos logros influyeron a muchos de sus colegas contemporáneos; unos lo reconocieron (como Francis Bacon o Henry Moore), otros se lo callaron, como Salvador Dalí.

En varias disciplinas artísticas se habla del “arte de ida y vuelta”. Este concepto se ve muy claro en la música popular española y en la arquitectura colonial: España trasladó a América su arquitectura, sobre todo la andaluza. Este estilo se adaptó a las necesidades del otro lado del Atlántico y se fundió con la tradición de las culturas precolombinas, América nos enseña que la arquitectura también necesita el color para hacer más acogedor el urbanismo. La arquitectura andaluza reinterpretada volvió a España y triunfó con el nombre de arquitectura colonial. Tan popular sigue siendo que se ha olvidado su origen.

Algo parecido ha ocurrido con la influencia de Picasso, consiguió ser original desordenando la realidad en todos los géneros que trabajó. Muchos artistas que han bebido de él y representan la figura humana, encuentran en la vuelta a la carne, en recubrir sus volúmenes discordantes con piel, la forma de alejarse de Picasso.

En la primera comparación se aprecian las similitudes entre un detalle del “Guernica” (1937) y el cuerpo que protagoniza la obra de Francis Bacon “Head I” (1948). En la imagen de la izquierda, la cabeza se recrea con un dibujo plano y esquemático; el desorden de las partes de la cara es expresionista. En la segunda obra la solución cubista aplicada en un cuerpo humano y con la pincelada más figurativa resulta monstruosa. Dando un salto en el tiempo podría servir de inspiración para el director de cine David Cronenberg.

Una de las obras más representativas de la etapa surrealista de Picasso se titula “Figuras en la playa” (1931). Sus protagonistas son dos seres antropomórficos, formados por volúmenes independientes que se superponen sin poder precisar qué parte le corresponde a cada uno. Se besan de forma violenta. La superficie de ambos es completamente lisa.

Resulta razonable encontrar similitudes si confrontamos esta obra (y la etapa a la que pertenece) con “Construcción blanda con judías hervidas (premonición de la Guerra Civil)” (1936) de Salvador Dalí. Comparten las dos, formas antropomórficas a cielo abierto. Por contra, Dalí las relaciona con más claridad, desde un punto de vista contrapicado, que aporta monumentalidad y detallando la superficie con músculos bien modelados que vemos junto a manos y piernas meticulosamente momificadas. También aparece una mano estrujando un pecho femenino y una cabeza humana insertada en una forma que no le corresponde, gozando de forma inquietante.

Las cabezas y los pechos de ambas obras hacen ver las diferencias sustanciales entre ambos artistas.

Al igual que hizo Francis Bacon en el ejemplo anterior, la textura le sirve a Dalí para que hablemos de robo en lugar de copia.